La solicitación a la que más esta sometida el concreto y de la que nos aprovechamos en la materia de construcción es la compresión. En sí, el concreto, es un buen material para resistir esfuerzos axiales de compresión pero no tan bueno para aquellos a flexión. Más bien no puede asumir casi esfuerzos a flexión y su resistencia es escasa. Qué ocurre, que nos aprovechamos de las ventajas que presenta otro material, el acero, que trabaja excepcionalmente a flexión y logramos un material de combinación al que denominamos concreto reforzado u hormigón armado.
Logramos así un producto de construcción que no es homogéneo pero casi, porque las variaciones debidas a los cambios térmicos son muy similares y cuando trabajan, lo hacen conjuntamente. Además solemos utilizar aceros corrugados, esto es, con salientes para que a la vez que existan esfuerzos y sean asumidos por la armadura metálica se produzca también el desplazamiento del concreto y se evite así un número mayor de fisuras.
Generalmente colocamos la armadura metálica en aquellas zonas donde el concreto de por sí no trabaja, es decir, en zonas solicitadas a flexión y en las zonas contrarias, a compresión, el concreto.