El aeropuerto de Stansted, diseñado por el británico Norman Foster, se concibió para desafiar todas las convenciones del diseño actual de terminales aeroportuarias. Su planteamiento regresó a los orígenes de los viajes en avión contemporáneos y le dio la vuelta a los criterios tradicionales. Los primeros edificios de aeropuertos eran muy sencillos: a un lado había una carretera y, al otro, un campo donde el avión aterrizaba contra el viento. La ruta desde tierra firme hasta el aire implicaba llegar en coche, atravesar la terminal y salir al exterior para ir en busca del avión, que siempre quedaba a la vista. En el diseño de Stansted se intentó recuperar la claridad de aquellos primeros aeropuertos y revivir parte del romanticismo de antaño de los viajes en avión.
Desde el punto de vista del viajero, el tránsito por el edificio es claro y directo, gracias a que se han suprimido los cambios de nivel y los problemas de orientación que caracterizan la mayoría de los aeropuertos. Los pasajeros avanzan en un movimiento fluido desde el punto de llegada hasta la zona de facturación de equipajes, el control de pasaportes y los vestíbulos de salida, desde donde pueden ver los aviones. A partir de ese punto, un sistema automatizado de tráfico viario los traslada a edificios satélite para embarcar en los aviones. Este grado de claridad se consiguió revirtiendo el «orden natural» del edificio y desterrando las pesadas instalaciones de servicio, que se suelen localizar en el nivel de la cubierta, a una cripta que recorre por debajo todo el suelo del vestíbulo. La cripta contiene, asimismo, toda la maquinaria para el manejo de los equipajes, y su gran tamaño permitió incluso acomodar una estación ferroviaria que se integró en el edificio en una fase posterior del proceso de diseño.
Los sistemas de distribución se ubican en el interior de los «troncos» de los «árboles» estructurales que se elevan desde la cripta y atraviesan el suelo del vestíbulo. Estos árboles sostienen una marquesina ligera destinada a cobijar de la lluvia al tiempo que permite el paso de la luz. Completamente iluminado de manera natural, salvo en los días de cielos más encapotados, el juego de luces en cambio perpetuo imprime al vestíbulo una dimensión poética, a la par que presenta importantes ventajas energéticas y económicas, como unos costes de mantenimiento equivalentes a la mitad de los de cualquier otra terminal del Reino Unido. Stansted es eficiente en términos energéticos, se acomoda con discreción en el contexto rural, está tecnológicamente avanzado pero es sencillo de utilizar y experimentar, y por ello se ha convertido en un modelo para los planificadores y diseñadores de aeropuertos de todo el mundo.