Siena es un claro ejemplo de cómo fue interpretado el gótico
en Italia conservado hasta la actualidad como una ciudad con
edificios, calles y plazas de gran poder estético en la cual destaca la Piazza del Campo (Plaza del Campo). Se asienta en un
terreno irregular, un modelo de asentamiento natural, no planificado desde el
punto de vista urbano, esto es, no se pretende el allanamiento del terreno pero
a su vez es compuesta por un código edilicio presente desde la Edad Media creando
un paisaje urbano insólito y armonioso. Todo ello controlado y regulado desde
la antigüedad por los “ufficiali dell’ornato” que prestaban la máxima atención a
los detalles, el ornamento y todo lo referido a establecer un orden y
embellecimiento a la ciudad de Siena.
La ciudad consta de tres colinas unidas en un nodo central,
la bellísima Plaza del Campo, desde la que parten tres principales calles que
son vinculadas con Florencia, Roma y el mar, con una continuidad acentuada en
contraste con las calles secundarias con una geometría irregular.
La catedral
se encuentra en el punto más alto, dominando todo y en las proximidades de la
plaza, punto de máximo movimiento. Con una planta que no presenta una organización geométrica,
la ciudad se muestra al visitante unificada a través del uso del ladrillo.
El lugar más importante de Siena, la Plaza del Campo, es un modelo de plaza
irregular, cóncava, circunscrita por la secuencia continua de las fachadas, de
interacción social que concreta el espacio sobre el Palacio Público o
ayuntamiento con la utilización de un sistema de líneas en forma de abanico en
el pavimento donde la torre corona el conjunto, rivalizando a su vez con el
campanario de la catedral.